Y esto nos lleva a un punto clave: nuestra Mejor Versión no es un ideal inalcanzable, no es un estándar que alguien más ha definido por nosotros. Es la manifestación más pura de nuestra Esencia, aquella en la que nos sentimos en Paz, en Armonía con nosotros mismos y con el mundo. Es la versión en la que amamos libremente, sin importar el género, la raza o la religión. Es la versión en la que trabajamos en lo que nos apasiona, sin miedo al qué dirán. Es la versión en la que nos damos permiso para disfrutar la vida en todas sus formas, porque sabemos que cuando nos vayamos de aquí, lo único que realmente importará será lo que hayamos vivido desde el sentir y la Verdad.

Liberarnos de las cargas que no nos pertenecen es un acto de Amor propio, pero también es un acto de Amor hacia las generaciones que vendrán después de nosotros. Cuando sanamos, cuando nos permitimos ser quienes realmente somos, estamos creando un camino más libre para quienes vienen detrás. Estamos diciéndoles, sin palabras, que ellos también pueden ser libres, que pueden vivir desde su Verdad, que pueden expresar su autenticidad sin miedo.

Por eso, el trabajo de sanación no es solo un acto individual, sino un acto colectivo. Cada paso que damos hacia nuestra liberación personal es también un paso hacia la sanación del mundo. Cada vez que elegimos el Amor sobre el miedo, la Verdad sobre la apariencia, la Autenticidad sobre la conformidad, estamos generando un impacto que va más allá de nosotros mismos.

Y así, cuando llegue el momento de partir, lo haremos con la certeza de haber vivido plenamente, de haber abrazado cada parte de nuestra existencia, de haber sido fieles a nuestra Esencia. Porque al final, lo que cuenta no es lo que los demás esperaban de nosotros, sino lo que hemos sentido, lo que hemos amado, lo que hemos sido en nuestra Verdad más pura.